La ciudad que amaba a sus mascotas.

29 abr 2010

Se dice que alguna vez, los dueños perdieron el control sobre sus mascotas, pues ya no tenían tiempo de atenderlas. Entonces, se suscitaron toda clase de problemas: heces de mastines arriba de las camas, chihuahuas en fuga al abrirse las puertas, labradores que se comían las plantas de los patios y hasta gatos que bebían rompope.

Esto preocupó a todos y se llevó a cabo una reunión de emergencia. Ahí se escucharon propuestas de todo tipo, algunas tan absurdas y anacrónicas como que las mascotas debían ser alimentadas, o algunas todavía más disparatadas, que pedían darles tiempo aún a costa de los propios pasatiempos.

-¡Eso es cosa del p
asado! -refutó uno- ¡Nada justifica renunciar a nuestro progreso!
- ¡Sí, sí!, le corearon.


Una joven de ojos tristes que amaba a s
u mascota, escuchaba todo absorta.

Y cuando un imbécil peroraba sobre los cuidados qu
e necesitaban los animales, sobre su calidad de seres y demás groserías del tipo, levantó la mano un sabio y todos callaron, incluído el imbécil. Habló el sabio:

- La solución es muy simple; sin embargo he dejado que hablaran para que satisficeran su
sed de queja y hablo por último para no verme en el peligro de ser interrumpido.

"Decía, la solución es muy simple: matar a todas las mascotas -la joven se estremeció-. Y con ello, haremos no sólo un bien a la ciudad, sino a las mascotas mismas, que han de verse libradas de sus tormentos. Prever a los animales es inútil y representa un gasto inmenso, el cual no se ve retribuido ni da peculio alguno, ¿por qué entonces debemos seguir sosteniendo tal inutilidad? ¡Simplemente no debemos!, lo que debemos es matarlos y al matarlos obramos no sólo en favor nuestro, sino de los animales, sobre todo de los animales.

"Estos seres desdichados, sufren con las penas que les impuso la naturaleza, y con el horror de saberse inferiores a nosotros. Sufren por no ser humanos, la cual debe ser una pena inmensa apenas equiparable con las peores tragedias humanas. Lo que se pide de nosotros es un acto altruista, pues esa desbandada de mascotas, esa rebeldía, esos destrozos que causan no representan sino una cosa: sus gritos, su ruego mudo porque finiquitemos sus tormentos. Y nosotros no debemos ignorar tales lamentos.

"Los que nos preciemos de sensibles, de altruistas, de virtuosos y en fin, de humanos, debemos ver en esto una obligación moral, algo insoslayable y asumir que es imperativo matarles; el no hacerlo no sólo sería promover el daño que estos bichos hacen a la humanidad, sino, y sobre todo, sería al ignorar sus desdichas, un acto inmoral por ir en contra de toda bondad y de las leyes cristianas, cosa digna sólo de delincuentes y lunáticos.

"Un inmoral, un delincuente de la peor insensibilidad será todo aquel que se oponga a esto.

-¡Es cierto! -gritó uno- ¡Viva el sabio!
- ¡Viva el sabio!- gritaron todos, incluída la joven de los ojos tristes. Los únicos que se opusieron fueron sólo un par de desadaptados, los mismos que habían hablado antes. El tumulto los calló. Se promulgaron nuevas leyes.


Se estipuló que a primera hora del día siguiente, debía acabarse con todas las mascotas, no sin antes llevar a cabo algún ritual al gusto. Algunos no pudieron esperar y los apalearon esa misma tarde, fueron los más altruistas entre todos; los que esperaron hasta el siguiente día envidiaron la virtud de aquéllos.


Respecto de los que se opusieron, fueron decapitados en la plaza pública el mismo día, por promover la violencia y alterar la paz reinante.

La virtud y la bondad se vieron por todos los rincones al día siguiente.

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De los sofistas, Tisias y Corax.

24 abr 2010

"Cuéntase que una vez Tisias, maestro, pidió a su discípulo Corax que le pagara,
puesto que ya habían terminado enseñanza y aprendizaje. A lo cual respondió Corax que, si había aprendido a convencer podría convencer a Tisias de que no tenía que pagarle y que, de no convencerlo, no tendría que pagarle puesto que con ello demostraría que no había aprendido lo que Tisias prometió enseñarle. Tisias, naturalmente, no podía aceptar el argumento de su discípulo y dedicó todo su esfuerzo a demostrarle que de todas maneras tendría que pagar la enseñanza. Si Corax le convencía de que no tenía que pagarle, esto demostraba que había aprendido a convencer y, como el arreglo había sido que si aprendía a convencer tenía que pagar, al demostrar que no tenía que pagar, por el hecho mismo de convencer a Tisias, tendría que pagar. Si, por otra parte, no llegaba a convencerle de no tener que pagar, tendría que pagarle por el mero hecho de no haberlo convencido."
*




* Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía.

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De los solitarios.

Recientemente mudé de ciudad y en el acto, he tenido que hacerlo de escuela, sin embargo, diría que lo hice al tálamo de la soledad. No he podido establecer no ya una amistad, sino al menos, un compañerismo que permita hacerme de las actividades atrasadas. En teoría, los únicos amigos que tengo -un par apenas-, quedaron en la vieja ciudad, es decir, a kilómetros de distancia, o lo mismo que decir ninguno.

Aquí, mis compañeros me parecen llanos e insulsos, y no es muy diferente la idea de los mismos sobre mí. Sin embargo, y merced a gastar mis horas de recreo y solaz en observar la actividad de mis iguales, descubrí entre ese arrebañamiento, un extraño efebo que despertó mi interés; un tipo solitario del aula de junto, mezcla de inteligente, tímido y vago, coronado por el halo de misterio del que habla poco, que otros calificarían como estupidez.

Lo encontré leyendo un día apenas tocado el timbre tumbado entre los tulipanes, lo observé desde entonces; la similitud que encontraba con mis cualidades y aficiones, me suscitó simpatía. Le rondaba disimuladamente, fingía hacer algo; le seguía cuando menos, con la mirada. Ora leía Platón ora Chéjov; ora fumaba ora hacía nada. Siempre solo. Contrario a mí, juzgué que la soledad no le pesaba.

Todo sin embargo fue a la distancia, pues no reuní nunca las cualidades para iniciar conversación alguna.

Puesto que leer para matar el tiempo en la escuela no me pareció mala idea, desde hace unos días he llevado libros para ocuparme. Hoy, mientras leía el Lambert de Balzac, y cuando todos corrían acuciados por el timbre, se detuvo como examinándome e hizo una pregunta de rigor:
-¿Te gusta Balzac?
Asentí, también con rigor.

Halló un resquicio y se sentó frente a mí.
- ¿Has leído con fruición, el mismo libro, en la misma banca...? Dijo aludiendo a Lambert no para esperar respuesta sino para demostrar que lo conocía. Sonreí. Se complació y se despidió.

Minutos más tarde cuando húbose ido, noté que había olvidado un par de libros. Los hojeé. Uno parecía en realidad ser una especie de apuntes. El último texto había sido añadido hoy, leí. Decía lo siguiente:

(Traicionero sopor; continuará).

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Sabía que vendrías.

20 abr 2010




Sé que no es la casualidad la que te trae aquí; algo, en cambio, más fuerte que esa lánguida curiosidad ha compelido tu búsqueda.


Juntos, gritemos el grito siempre ahogado.

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Lo ajeno también se vale.

Maquiavelo dixit:


Yo espero, y esperar acrecienta el tormento;
lloro, y llorar nutre el desdichado corazón;
río, y mi reír no pasa adentro;
ardo, y el ardor no se ve afuera;
yo temo lo que veo y lo que siento:
toda cosa me da nuevo dolor;
así esperando, lloro, río y ardo,
y de lo que oigo y contemplo tengo miedo. *






* Maurizio Viroli, La sonrisa de Maquiavelo.




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El devoto que no lo sabía.

4 abr 2010


Como recreo mi familia y yo, fuimos según lo acostumbrado, a zolazarnos a una de las varias opciones tenidas de "rústicas y naturales" en la zona. Nos esparcimos y luego nos dispusimos a servirnos en uno de los restaurantes, de esos que se fijan en derredor del sitio visitado y que para fortuna de los que acomete el hambre, no faltan nunca.

Pidieron ellos primero y todos pidieron carnes, como es de esperarse; costumbre mía también la de ordenar por último.


-¿Tiene platillos vegetarianos, o decir, sin carnes? Le dije a la moza.

Hizo los ojos y cara como quien se identifica y a su gesto agregó como aprobando:

-Sí, hoy sí tenemos.


Tenían en efecto, y me sorprendí no porque sí tuvieran sino por lo esmerado y más aún por lo variado. Ordené. Los vecinos en mesa no ignoraron mi pedir, cosa obvia en cuanto que al momento me miraron.


Tomé todo por extraño. Pensé en mi dieta. Concluí al final que no obedece ni persigue la aquiescencia divina ni la aquiescencia humana.

¿Qué día es hoy? - Pregunté.
- Hoy es viernes santo.

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Ni tan bobo ni tan severo.

2 abr 2010


De la Leyenda Dorada.

>> Un día ofrecieron en el mercado al evangelista Juan una perdiz viva y él la tomó en sus manos con amor y se puso a acariciarla. En tanto, se acercaron unos muchachos que llevaban arcos y flechas para matar pájaros y uno de ellos dijo a los demás: "Mirad a este anciano que juega con un pájaro como un niño podría hacerlo." Entonces el apóstol, adivinando su intención, se volvió y le dijo con dulzura: "Así como el arco de tu flecha se debilitaría si le tuvieras siempre tendido, de la misma manera nuestra frágil naturaleza humana se debilitaría por la contemplación si, persistiendo en su rigor, rehusara ceder muchas veces a su fragilidad.">>
*



* Mariano Silva y Aceves, Las medias blancas.

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