Una carta suicida.

13 sept 2010


No reconozco entre mis intereses, ninguno tan desmesurado como el del suicidio. Pero no el suicidio concebido lóbrego, ni como romántico ni como trágico, sino el suicidio visto más ampliamente, policromo, chocante, despojado si se quiere de la celebridad que le han otorgado sus más insignes practicantes.

Lejos por ello de esa fácil inclinación de genializarlo o esa otra de vituperarlo, pues no hace el suicidio ni genios ni hace idiotas. Me interesa, mejor, como fenómeno en sí, con sus más aisladas expresiones, de suyo excepcional e interesante.

Por una arista, decía Camus que no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
[1]

Es que el suicidio es, de por sí, un argumento palpable contra el argüir que predica un valor categórico de la vida, luego entonces:

¿Vale la pena la vida de ser vivida? ¿Por qué?

Las respuestas chocan, irreconciliables. Se debe reducir entonces a un juicio individual, más que nada por integridad, a no desear un zapatazo en la cabeza.

Pero no termina mi interés ahí, es decir, le restan innúmeras aristas, tantas que no dejan de asomarse nunca. Un ensayo de Aníbal Ponce por ahora, es la muestra.

A Ponce lo rescaté del polvo en la biblioteca de mi casa, con "un ensayo de gran interés científico y hasta literario", según la propia introducción.

En su obra Ambición y angustia de los adolescentes, que cabe acotar está lejos de encuadrarse en el boom actual de la literatura dirigida a adolescentes que el título parece anunciar, se halla una carta que al ser descubierta determinó el suicidio de una jovencita.

Si bien ésta se encuentra en el capítulo de "Los afectos equívocos", el más anticuado para la actualidad pues concibe toda divergencia de la heterosexualidad en la adolescencia como equívoca, no deja de ser el mismo digno de lectura, así como el ensayo en su totalidad.

Transcribo al propio Ponce, que dice:

>> A través de estos versos -hay que llamarlos de algún modo- las "llamas"
[2] no han subido muy arriba o nos parece por lo menos así porque las hemos desprendido de los incidentes de una "amistad" que tiene quizá en cada frase su alusión transparente. Escuchen[3] ahora esta carta, extraída de una correspondencia que llegó íntegramente hasta mis manos y que tiene un enorme interés porque al ser descubierta determinó el suicidio de una jovencita.


"¡Vida mía! ¡Si supieras qué noche he pasado! No sé, Angélica, los celos me matan. Dímelo con franqueza, tú no me quieres como antes, ni siquiera menos. Lo sé, mi vida, por la manera como hablas de Raúl. ¿Lo amas? ¿Más que a mí? No me lo niegues. Mi corazón me lo dijo. Si al menos pudiera olvidarte, desechar tu imagen de mi mente, sería otra cosa. Dímelo sinceramente, Angeliquita. No te reprocharé nada, te repito que no quiero interponerme en tu felicidad. Lo único que te aseguro es que siempre encontrarás en mí una amiga en quien confiar tus penas. ¿Por qué no me sacas de dudas? ¿No comprendes que la vida se me hace cada vez más imposible? Tú no eres la de antes, cariñosa, consecuente... ¡Has cambiado tanto! Te has negado a ser mía, ¿por qué? ¿Tienes miedo? ¿O no me amas? Si quieres, Angélica, que siga confiando en tu amor hacia mí, dame una prueba de él. ¡Pero es imposible, mi vida! Quisiera odiarte y no puedo. Quisiera olvidarte y no puedo. Tú significas mucho para mí. Has venido a representar un papel muy importante en mi vida. Y ahora es tarde para que lo abandones. Quiero, Angélica, que me escribas una carta como la de aquella vez, ¿te acuerdas? Cuando la leía estaba no en el séptimo, sino el noveno o en el décimo cielo. ¡Quisiera que viviéramos consagradas una a la otra! ¡Que fueras mía! ¡Cómo te querría! Sería para ti más que una esclava. Podrías hacer de mí todo lo que quisieras. Pero... olvidemos esas quimeras imposibles. Bien sabes que entre las dos ha nacido una barrera infranqueable para mí: Raúl. Si supieras cómo me hirió la frescura con que me dijiste que Raúl te había besado y abrazado... Por lo que más quieras no te vuelvas a sentar en sus rodillas.

En las tinieblas de mi vida
surgiste cual luz divina
que alegró con gran vehemencia
mi amargado corazón.
Para desaparecer después
entre brumas del olvido
dejando mi pobre ama
más triste que antes, aún.

¿Qué te parece? Este verso lo hice yo para ti. ¿No está igual que la realidad?

Si algún día
hiriera Cupido tu corazón,
de nuevo hacía mí,
regresa confiada,
que encontrarás siempre fiel
el mismo y ardiente amor
del pasado y del presente.

Éste no está mal, ¿no es cierto? Perdóname si soy muy presuntuosa. Pero qué quieres que haga. Te amo demasiado. Tuya, LAURA." >>






[1] Albert Camus, El mito de Sísifo.

[2] Ponce traduce en la palabra "llamas", los términos italiano fiamma y francés flammes, referentes en la amistad juvenil en adolescentes del mismo sexo, a una tendencia ajena en absoluto a la simpatía, "cuya tendencia sexual, se entremezcla tan vivamente a esas manifestaciones del sentimiento tierno que engendra de por sí un fenómeno nuevo, normal en la evolución de los adolescentes, que los psicoanalistas no vacilan en clasificar de homosexual, y para el cual muchos idiomas tienen palabras especiales." Aníbal Ponce, Ambición y angustia de los adolescentes.

[3] La obra es una reproducción casi literal de alguno de los cursos que dictó Ponce, en el Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires.


*Dato aparte, Camus y Aníbal Norberto Ponce, encontraron una muerte muy similar.

2 comentarios:

Anónimo 1 de agosto de 2011, 1:06  

Ilegible. Vocabulario presumido en un mar de oraciones sin puntuación correcta.

Anónimo 1 de agosto de 2011, 1:06  

Ilegible. Vocabulario presumido en un mar de oraciones sin puntuación correcta.

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