La envidia, anotaciones rápidas.

4 oct 2010



Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vio resplandecer en lo más alto de las toscas a una luciérnaga. Pensó que ningún ser tenía derecho de lucir cualidades que él mismo no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas? [1]

En esa fábula queda resumida la envidia, a la que Ingenieros llama la más ruin de las malas pasiones y la cual bajo muchas maneras se procura siempre mantener oculta. Y es que dice, con Plutarco y La Rochefoucauld, que cualquiera osa jactarse de su pobreza, de su fealdad, y de las perversiones más infames, pero ninguno ha llegado al extremo de aceptarse envidioso, y aún aquéllos que lo hacen, lo complementan con un atenuante, es decir, manifiéstanse como envidiosos buenos, pues de no, implicaría la aceptación de su inferioridad ante una superioridad tácita.

Posiblemente nazca de ahí la empatía que se manifiesta algunas veces por el más débil, por el que menos sabe, con la intención quizás, de que aminore en la perspectiva, la fortaleza de su adversario.

Porque el yugo más insoportable al vulgo -dice Manuel Azaña- no es la opresión de su libertad, sino el dominio de una inteligencia, y la pifia menos perdonable en quien pretende caer en gracia es la de atinar más que el común de la gente y humillarla sin querer, teniendo razón demasiadas veces. [2]





[1] José Ingenieros, El hombre mediocre.

[2] Manuel Azaña, Asclepigenia y la experiencia amatoria de don Juan Valera. Conferencia pronunciada en la sala Rex, de Madrid, el 27 de diciembre de 1928, antecediendo a la primera representación de Asclepigenia.

3 comentarios:

Eva 6 de octubre de 2010, 17:56  

Ser envidioso implica ser mediocre?
Es un sentimiento muy común, la cosa es que no se extreme y se sepa utilizar, desde mi punto de vista la envidia a veces nos hace desear cosas y en el mejor de los casos alcanzarlas. Me gusto la ultima opinión de Manuel Azaña.

Me gusto tu post,
Saludos!

Anónimo 8 de octubre de 2010, 11:33  

Ingenieros es implacable, al grado que al leerlo asesta una que otra bofetada. ^^

Y sí, desde su pensamiento la envidia implicaría mediocridad. Es que éste divide entre la admiración y la envidia. La primera dice y como mencionas, impulsa y la segunda, estanca.

Claro, en general quise plasmar el pensamiento de ambos, pero no necesariamente el mío. Porque si bien ambos tienen grandes méritos, creo que se equivocaban de cierto modo cuando empleaban la "virtud" para alejarse y diferenciarse del "vulgo", perpetuando la barrera que se ha establecido siempre, cuando creo que la misma debería servir para reconciliar y dialogar.

Pese a sus contradicciones, vale la pena leerlos.

Gracias por pasarte. =)

Don Beto 9 de octubre de 2010, 13:19  

Buena analogía. Al empezar a leer pensé que el sapo se comería a la luciérnaga jaja xD. Saludos!

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